Si bien la fotografía es una forma de meditación activa para mí, me he dado a la tarea de indagar sobre cómo llevar esa meditación a un nivel superior; día tras día imagino que no he hecho fotográficamente y me lo planteo como retos. Así fue como llegue a la macrofotografía, un mundo infinito de posibilidades donde el límite está en tu disposición y paciencia. Estar sentado por horas en el suelo de un jardín solo para intentar conseguir una imagen es un ejercicio de suprema concentración, tener cada detalle a punto para lograr conseguir el resultado que espero. Así fue como pude registrar a esta abeja, en su vaivén recolector de polen y con ella el llevar un poco del dulce aroma a su colmena.