Llevaba dias sintiendome triste por muy variadas razones, el asunto estaba en que me sentia algo decaído por todo lo que había acontecido y necesitaba algo de aliento, aire puro, reecontrarme conmigo mismo. Para esto tengo un lugar considerado un santuario, ese lugar al que jamas te cansas de ir, donde solo quieres sentarte a meditar sobre las experiencias vividas y gritarlas al viento, como simbolo de agradecimiento a todas y cada una de las cosas que nos suceden dia a dia. Particularmente me gusta la soledad para pensar y escucharme, intentar descifrar lo que dice mi cuerpo, el se expresa constantemente, aunque no siempre le presto atención, a veces esto lo llamamos intuición o presagio, pero la verdad es que me estoy ejercitando para poder tener mucho mas presente lo que el quiere manifestar.
Agotado de un dia muy arduo de trabajo, estoy decidido a ir a mi santuario, el viaje perfecto para cerrar un capitulo de mi vida, aprender a ajustar la sensibilidad de mis sentidos y a no olvidar la razón por la que vinimos a este lugar, a experimentarnos dia a dia, intentando convertirnos en aquellos seres que tanto queremos llegar a ser. El camino es largo, algunos lugares oscuros, otros un poco mas cálidos, pero en este sendero tambien existen sitios que te quitan el aliento, lugares donde te sientes pequeño ante tanta belleza, así es mi santuario, mi lugar de escape, mi lugar de reencuentro, mi lugar para recuperar la energia y continuar experimentandome quien he querido ser siempre.