Como si hubieran sido colocadas por ángeles, los cristales de hielo caen sobre el parque, vistos desde un plano alejado, parece idílica la escena, agua a medio congelar, aves que buscan refugio ante las bajas temperaturas, el blanco ocupa casi todo, reflejando con mucha fortaleza la poca luz que incide sobre ella. Desde cerca la escena es mágica, con una fragilidad y una delicadeza digna de un orfebre o ebanista.