La manera como nuestra semana se desarrolla roza un poco en la monotonía, entre servidores, credenciales, scripts y códigos transciende nuestra rutina diaria. Muchas veces olvidamos que hacer algo distinto nos llena de energía, nos permite reconocer esas habilidades no reconocidas y que por algún momento creemos no nos pertenecen. De una idea banal de aprovechar un día festivo en algo más que quedarse en cama y ver la tv, un grupo de amigos y colegas decidimos pues recorrer uno de mis senderos de montaña favoritos, la ruta que cubre el puesto de guarda parques Sabas Nieves hasta el poblado de Galipán, ¿Cuál sería el premio de recorrer esta ruta? unas fresas con crema y un sándwich de pernil, o al principio fue la idea que nos impulsó. El día estuvo genial, completamente despejado, pese a que el pronóstico era de lluvias. Hicimos muchas imágenes durante el recorrido, honestamente el tiempo era inmejorable, pocas nubes, cielo radiante, temperatura agradable. En uno de los puntos mientras hacíamos el descenso hacia un sector llamado Lagunazo, levanto la vista y presiento algo mágico en el ambiente, algo imposible de explicar con palabras, como una mezcla entre gratitud-alegría-bendición-grandeza simultáneamente, con la cámara en mano, ajusto al punto dulce de mi óptica, reviso el nivel de filtrado del filtro polarizado, un par de imágenes de prueba y he aquí el resultado. Interiorizando un poco lo que realmente sucedía en esa ruta, el mundo y particularmente la montaña nos mostraba desde el respeto y la honestidad lo infinitamente bendecidos que somos los seres que habitamos este planeta, y que la belleza existe en todas partes, solo hay que permitirse sentir el ahora y dar rienda suelta a ello, es la manera que he encontrado para correr el velo y hacer tangible la majestuosidad de la creación.