Existen lugares en este mundo donde la magia puede tocarse y verse, como si se tratase de un mismísimo cuento. Simplemente están, solo hay que entrenar un poco el ojo y la imaginación para poder intuir de manera aproximada como podría verse este sitio a determinada hora y/o época del año. Una noche con un cielo completamente despejado gobernaba la escena, la tenue luz de las ciudades de Innsbruk y Hofpgarten im Brixental inundaban el valle y dotaban de un componente misterioso a las montañas. Por suerte, esa noche hacia acto de presencia la luna en cuarto creciente, aumentando de manera exponencial la ya de por si indescriptible magia del entorno y por si fuera poco, vino acompañada de una incalculable número de estrellas. Todo esto sucedía mientras entre mis manos estaban, una copa de vino y mi cámara fotográfica, logrando de esta manera correr el velo de la majestuosidad de la creación y registrarla en una imagen para siempre.